Mi metamorfosis
-Recuerdo aquella mañana tan peculiar, en la que yo era de una forma muy diferente. Todo comenzó una noche como otra cualquiera…
“Agotada me dirigía por fin a casa, era consciente de que había sido un día duro y que lo mejor sería descansar. Cuando emprendía camino me topé con un viejo amigo. Después de mantener la típica e incómoda conversación entre dos personas que no han sabido nada el uno del otro en años, me dispongo a marcharme con la frase: “bueno, debería irme ya a casa.” Para mi sorpresa, él me ofrece ir a tomar unas copas con algunos de sus amigos. Miro el reloj, miro a mi compañero, miro nuevamente el reloj y acepto la oferta, total, me merezco pasarlo bien.”
“Después de un duro esfuerzo consigo abrir los ojos. Que agotada me sentía, me pesaba todo el cuerpo. Sin saber cómo ni por qué habían pasado las horas volando. Intenté levantarme, pero mi sacrificio fue en vano. Me preguntaba qué habría pasado aquella noche, no conseguía recordar nada, mi mente estaba nublada. Minutos más tarde conseguí levantarme, y en ese preciso instante fue cuando me pude percatar de que no me hallaba en mi cuarto. Corrí hacia la puerta más cercana a la cama, era un baño. Me miré al espejo. Esta no era yo, todo en mí era diferente, pensaba de una forma diferente, pero raramente mi rostro me sonaba conocido. Un escalofrío recorrió cada centímetro de mi cuerpo. Estaba en un lugar mugriento, las habitaciones desprendían un terrible sentimiento de impureza, era atroz. Pero aquello no era lo que más me preocupaba, lo que perturbaba mi mente era el hecho de que todo era diferente, e incluso yo. Me asusté. Ilusa me volví a recostar en aquella cama, con el pensamiento de que si volvía dormir al despertar volvería a ser yo. El miedo se estaba apoderando de mí. Después de ser consciente de que aquella idea no tenía demasiado sentido, decidí recorrer la casa. Eso cada vez me gustaba menos, pero con el paso de los días fui capaz de asimilar que iba a tener que vivir con esto. Más tarde mi mente empezó a mostrarme algunas cosas con claridad, aquella nube de dudas empezaba a desaparecer. Lo comprendí. Comprendí que por fin sabía quién era. ¿Acaso no era obvio? Era tú. Diez años después, cuando ya por fin conseguí asimilar lo que me había sucedido, apareces tú. O sea yo. Tú con mi cuerpo, con mi vida. ¿Qué hiciste? No, mejor dicho: ¿Qué hice yo para merecer esto? Por favor, necesito una maldita respuesta.”
Él se levantó de una de las butacas de aquella cafetería, y sin respuesta alguna, se marchó.
(Alexandra, 4º ESO)
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